martes, 4 de enero de 2011

Un mundo distinto

Érase una vez un país llamado la falsa felicidad. Coexistían en él muchos grupos diferentes de seres humanos y no tan humanos, llamémosles seres inferiores al ser humano y a los animales, puesto que éstos cazan por la supervivencia, y el ser humano en menor o gran cantidad está dotado de dos corazones ,uno el que le da la vida con el resto de sus órganos y otro el encargado de los sentimientos, el cual según algunos piensan que son buenos por naturaleza y ahí es donde entro yo ,por ello a ese tipo de seres que no tiene buenos sentimientos para nadie le llamaré inertes, como las piedras, las cuales no tienen vida, ni sienten ,ni padecen ni comen y dejan comer, aunque a eso de dejan comer habría que añadir la coletilla de inertes que no deja vivir.
Este es ese mundo el de los seres, unos que por poseer mayores riquezas materiales se creen conquistarlo y piensan que todos gracias a sus falsas donaciones somos felices y comemos perdices. Los seres inferiores somos las marionetas de ese gigantón con un cerebro bien utilizado para sus bienes, comidilla de los de en frente, criticado hasta el infinito, unos por querer estar en la cima de su montaña moviendo nuestros hilos, y ser como el, pero con otro disfraz ,y otros porque nos cansamos de la falsa felicidad que él propaga a los cuatro vientos, con esa falsa melodía que sale por su gran boca ,cantando mentiras mas grandes que las cataratas del Niágara.
Debajo de ese gran gigante que todo lo mueve, que lo ve desee la cima y no se implica en el círculo de los pequeños seres, hay otros gigantes mas pequeños, todo como una pirámide basada en eso, el que mas materia tiene mas manda y menos reparte. De esta forma se generan pequeñas aldeas de falsa felicidad, cada vez peor repartida y cada vez peor juzgada. Esos inertes carentes de corazón cuando se dan a la caza de sus especies y las destrozan sin consideración alguna, juegan con ellas como si de un muñeco se tratase, como si al ser que maltratan no le funcionara ninguno de sus órganos y el daño que le hacen no lo sienta, cuando el cazador “ bueno “ los caza y los lleva a su casa, el poderoso, les dice cuanto tiempo han de irse a la cueva de rejas con ventajas, tan solo el inerte queda allí como unos meses. Así ocurre con los inertes, pero que a alguno de los seres de corazón de buenos sentimientos, no se le ocurra ir a por comida cuando tiene hambre y no pide permiso para comerla, que no se le ocurra cometer el error, porque ese irá a la cueva de rejas y no verá la luz por jamás de los jamases. El ser no podrá cometer ese error ni otros pequeños como que se le caiga un papel al suelo, pues lo pagará caro, pero el ser inerte puede cazar y matar a su presa sin rencor, puede robar al que menos tiene que no le ocurrirá lo mismo porque tiene mayores bienes y el todopoderoso también se lleva parte de la ganancia.
Esta es una pequeña descripción de ese país llamado la falsa felicidad. En ese pequeño país vivía Andrea, intentando sobrevivir a cada uno de los vaivenes que a vida la ofrecía. Vivía en un pueblo marítimo del sur en una familia corriente, pertenecía al grupo de los seres con corazón de buenos sentimientos, que tenia que luchar cada día con los que estaban debajo de los gigantones.
Un día como tantos salió a jugar con su amiga a ese juego en el que dialogas y sabes escuchar, sin mirar por encima a nadie ni sentirse inferior. Tanto se divirtieron que Andrea no se percató del tiempo que había transcurrido y tuvo que echar a correr para llegar mas puntual que el reloj al hormiguero con el que cada luchaba por subsistir.
Pero ese día no fue puntual como los otros, se enfrentó al pequeño poderoso, con nariz como la de Pinocho, y su pequeño lenguaje teatral, repleto de oscuras nubes que él dibujaba como flores. Andrea no tenía palabras de teatro ni sabía dibujar bellas flores cuando al gran pequeño poderoso le crecía su nariz pinochesca por momentos. Tan solo por un minuto, y por no tener una nariz de pinocho como el poderoso su trabajo de hormiga trabajadora se esfumó al finalizar la temporada.
Andrea cabizbaja, perdió la sonrisa que tenia, y sus ojos fueron más inmensos que el mar, ellos ahora solo veían un gran túnel, negro como el tizón. Sentía sobre su espalda, una mochila llena de piedras tan grande como una montaña. Comenzó a caminar sin rumbo fijo, donde sus pies la llevaran. Se sentó sobre una roca, junto al mar. A medida que la tristeza de Andrea aumentaba, crecía el enfado del mar, y éste no hacia mas que empujar las olas hacia Andrea, quien estaba hipnotizada por él y no percibía la gravedad de la situación si permanecía allí. Estaba tan perpleja que ni siquiera sintió el mínimo dolor, cuando el mar la arrastró consigo hacia adentro. La secuestró y la introdujo hasta el fondo como un torbellino. Andrea continuaba absorta ,llevando la mirada hacia aquel mundo subterráneo ,lleno de seres acuáticos que la recibían con los brazos abiertos, y seres que tan solo había visto en grandes pantallas que ocupaban toda una pared, o en esos libros repletos de paginas fantásticas.

CONTINUARA...............

No sabia en qué extraño lugar se hallaba, pero una enorme tranquilidad la acaparaba, a la vez que una inmensa curiosidad por conocer, igual que la de un niño que todo lo tiene por descubrir. No daba crédito a lo que observaba y decidió indagar un poco más en aquel mundo donde el mar la había secuestrado. Caminó lentamente y observó de manera realmente anonada a una vieja anciana de penetrantes ojos negros y de tez morena. Parecía de procedencia árabe y la miraba fijamente, como si la estuviese esperando durante toda una vida.

- Por fin, Andrea. Ya llegaste a tu nuevo mundo. Dijo la anciana amable y serenamente.

Andrea, ante su asombro sobre sí misma, se sentó junto a la anciana, cosa que en mundo de los gigantones jamás hubiera hecho, debido a su extrema desconfianza .La bella mujer decía que en ese mundo marino nadie la obligaba a llevar el burka, no tenía que ocultar su rostro, su esposo la respetaba y la trataba de igual a igual, cuando caminaban en público no tenía que ubicarse tras él como si de una esclava se tratara. No existía ningún tipo de religión por la que tuvieras que sacrificarte. Para Andrea que procedía de una familia muy tradicional donde la religión cristiana mandaba por encima todo, eso era algo asombrante y mas afín con sus ideas, pues para ella no existía un dios que estableciera el bien y el mal, sino que las normas morales venían innatas sumadas al entorno que te rodeaba.

Prosiguió su camino, mediante un estrecho sendero, repleto de árboles frutales .Su estómago estaba ya reclamándola algo de alimento, pero no se atrevió a coger nada. Halló un pequeño recoveco y para sorpresa suya encontró a uno de los seres que más añoraba en el mundo y desmayó ante tal sorpresa.

Cuando reanimó estaba en una cama con un aroma de rosas muy familiar, parecido al que su bisabuela utilizaba para perfumar la casa. Pero….era un calco exacto del cuarto donde dormía y jugaba con sus muñecas cuando era niña. La puerta se abrió lentamente, y allí apareció aquel señor imponente, alto y fuerte como un roble, y de preciosos ojos grises y recónditos. El hombre se acercó a ella y trató de tranquilizarla, aclarándola que no era ningún fantasma, pues sabía lo asustadiza que siempre fue. Antonio, que así se llamaba, la dio un pequeño diario que guardaba para ella, la explicó que tenía que regresar y llevarlo siempre consigo para no olvidar, que la esperanza nunca se debe perder, y los sueños solo se consiguen luchando. Se dieron un abrazo enorme y de repente Andrea regresó a aquella playa donde había permanecido durante horas pero con el diario en la mano. Allí estaba la historia de ese mundo irreal pero lleno de sueños cumplidos.

A raíz de aquello persiguió sus ilusiones, logró ser lo que siempre quiso: una persona íntegra, llena de sueños y esperanzas que repartía a todo el mundo incluso a marionetas de gigantones.

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